Don Whillans

Siguiendo con nuestra serie de retratos de alpinistas históricos, nos ponemos nostálgicos para recordar a un rudo escalador inglés que era capaz de sobrevivir durante días en pared a base de cigarrillos y agua.

Siguiendo con nuestra serie de retratos de alpinistas históricos, nos ponemos nostálgicos para recordar a un rudo escalador inglés que era capaz de sobrevivir durante días en pared a base de cigarrillos y agua.

Nacido en Salford, Lancashire, en Inglaterra en 1933, Whillans será seguramente recordado en la historia al 50% por sus logros alpinísticos, y al otro 50% por su sarcasmo y sus célebres contestaciones. Dotado de un humor particular, era de los que no dejaba a nadie indiferente.

Comenzó a escalar como se hacía antes, sin ningún tipo de material ni conocimiento previo. Whillans era un aprendiz de fontanero con demasiadas inquietudes como para encerrarse en su pequeño pueblo y llevar una vida tradicional.
Comenzó a escalar con Joe Brown, que posteriormente sería su rival. La escalada de los peñascos que rodeaban su pueblo se convirtió en su vía de escape para una vida monótona y tediosa en la sociedad industrial de la época. El proceso fue el lógico y normal; de las pequeñas rocas a las paredes, de ahí a las comprometidas montañas de Gales en invierno; y una vez pasado el examen de la escalada escocesa, a los Alpes.

Tras la oeste de los Drus, se le empezó a considerar un alpinista de verdad.
Whillans tenía la combinación necesaria entre dureza y valentía.

Sus dos logros mas sonados serían, años después, el pilar central del Freney en el macizo del Mont Blanc junto con Chris Bonnington en 1961, y la primera ascensión a la increíble pared de la cara sur del Annapurna con Dougal Haston en 1970.

Llevó a cabo la primera británica a la norte del Eiger, tras varios intentos fallidos con diferentes compañeros.
Numerosas incursiones en el Himalaya y el Karakorum, aunque la reina absoluta fuera -y siga siendo – la grandiosa pared sur del Annapurna.
La torres del Paine (primera ascensión mundial a la torre central junto con Bonnington en el 63), el Cerro Torre, la aguja Poincenot, el Everest y la torre Egger fueron también testigos de su sentido del humor.
Fue en el Himalaya precisamente donde tuvieron lugar muchas de las anécdotas que hicieron de Whillans una leyenda para la literatura de montaña.
Durante los preparativos de la expedición, un niño se les acercó asombrado por el aspecto de Whillans, que en aquella época peinaba canas y estaba bastante gordo. El niño sin tapujos le preguntó: «¿no estás demasiado gordo para escalar ochomiles?» A lo que Whillans le respondió: «es cierto, pero cuando volvamos, yo estaré en los huesos, mientras que todos mis compañeros se habrán evaporado»

Es legendaria también su costumbre de no cocinar nunca, ni siquiera en campos de altura, y ni siquiera para fundir nieve y hacer las necesarias comidas e infusiones.
Cuando algún compañero se enfadaba con él, Whillans respondía con toda la tranquilidad del mundo: «Vamos chaval, ¿no serás de los que se enfadan por cocinar un poco, no?» No había más remedio que darle la razón.

Durante otra de sus expediciones, coincidió en el campo base con un equipo de Al Filo de lo Imposible. Sebastián Álvaro quería entrevistarles, a el y a otro alpinista legendario, Doug Scott. A cambio, Whillans arrasó con las reservas alcohólicas de los españoles. Álvaro, extrañado ante el sistema que usaba Whillans para asegurarse en glaciares (en vez de atarse al compañero, se desencordaba y dejaba la cuerda por el suelo) le preguntó por la razón de tan extraña maniobra.
«Bueno, es una nueva técnica de aseguramiento» contestó Whillans pausadamente, «si mi compañero se cae en una grieta, la cuerda le acompaña hasta el fondo»
En otra expedición, y tras la muerte de un compañero, no encontró mejor manera de guardar el luto que emborracharse terriblemente para olvidar, y acabó inconsciente a medio vestir con medio cuerpo fuera de la tienda en la fría noche del campo base.

En 1980, la noche anterior a la grabación de un documental para la televisión, Whillans se bebió una botella de whisky del tirón, de forma que a la mañana siguiente, su compañero Bonnington tuvo que tirar literalmente de él en una sencilla escalada de demostración ante las cámaras, que, en condiciones normales, habría realizado sin despeinarse.
Whillans inventó un curioso sistema para vivaquear en pared haciendo frente al temible tiempo Patagónico. La llamada «caja Whillans», que era precisamente eso, una caja-tienda de metal que se colgaba de las repisas, les permitió acometer escaladas y aperturas con éxito a pesar de las malas condiciones reinantes. Debía ser todo un espectáculo ver la caja colgando de la pared zarandeada por el viento, pero el caso es que funcionaba…
Es también el orgulloso padre de otra «maravilla», el arnés Whillans para caballeros fornidos de peso considerable, que además ponía en serio peligro los atributos masculinos en caso de caída fuerte…
Fuera del mundo de la montaña, era un amante de la bebida, y esto le ocasionó diversos problemas, normalmente relacionados con peleas de taberna y por conducir borracho. En una ocasión, la policía le dio el alto por ésta razón, y ante la bronca monumental que montó Whillans, incluso atacando a los agentes, fueron necesarios dos hombres sentados sobre su pecho para reducirle. Por todo esto, se forjó una bien merecida reputación de camorrista ,y a pesar de su valía alpinística (que nadie ha puesto nunca en duda) no recibió nunca ningún honor oficial, en el país de la pompa y el artificio, donde hasta un cantante de rock ha llegado a ser caballero de la orden británica.

El alcohol y la mala vida le pasaron factura, y el 4 de agosto de 1985, en una reunión con amigos, moría de un ataque al corazón a los 52 años de edad.
Nos quedamos con sus ascensiones alpinas de nivel, con su humor irreverente, su espíritu pionero y con una frase suya que bien podría ser su epitafio:
«Hay dos tipos de escaladores: los escaladores inteligentes, y los escaladores muertos»

Para el que quiera saber mas:

Libro The Villain, the life of Don Whillans por Jim Perrin (2005) Distribuye Desnivel
DVD Don Whillans, Myht and legend, por Leo Dickinson (2006) Distribuye Desnivel

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