Peak-bagging: su guía para desafíos de múltiples cumbres

El ensacado de picos consiste en marcar, o ‘envasar’, una lista predefinida de picos de montaña. Cada cima escalada es otra ‘en la bolsa’, por así decirlo. Me atrevo a decirlo, pero la percepción común es que llevar picos es para hombres de mediana edad que usan anorak y brújulas que no tienen novias (o no les agradan sus esposas), pero eso parece ser una observación obsoleta. Listas como ‘Munros’ de Escocia, ‘Wainwrights’ de Inglaterra y ’14ers’ de Colorado se han generalizado, con redes sociales inundadas con un nuevo tipo de empacador: familias, mujeres solteras, millennials que buscan experiencia y excursionistas BAME. Es algo maravilloso de ver. ¿No es hora de que saques tus botas de montaña y embolses algunas cumbres para ti?

Pero, ¿qué impulsa a los empacadores de picos a pasar su precioso tiempo libre escalando oscuras listas de colinas? ¿Es su enfoque aventurero y admirable, o le quita el romance y el corazón al montañismo? Mi creencia personal es que la acumulación de picos es un arma de doble filo. Los aspectos negativos son que puedes convertirte fácilmente en un esclavo de la lista, un fanático desquiciado que sube una montaña aburrida en un ejercicio de marcado de casillas sin amor. Pero los aspectos positivos son que te da una misión general, aportando estructura y significado a tu caminata por la montaña; te anima a explorar nuevos lugares y tener nuevas experiencias; y ofrece una maravillosa sensación de logro cuando alcanzas un hito.

Un excursionista se dirige hacia Crib Goch (un Welsh 3000 y un Nuttall) en Snowdon’s Pyg Track (Crédito de la imagen: Getty)

El pico de embolsado ha cambiado genuinamente mi vida. A los 30 años, estaba completamente harto. Una existencia centrada en la oficina y basada en la ciudad me había dejado sintiéndome deprimido y con una necesidad desesperada de liberarme del lodazal mental en el que me había hundido. Así que me desafié a mí mismo a empacar los ‘Wainwrights’, los 214 páramos del Distrito de los Lagos descritos en las siete guías de Alfred Wainwright, y me brindó el consuelo que necesitaba. En la ciudad me sentía agitado y frustrado, pero caminando era feliz y libre. Encontré terapéutico el proceso de escalar montañas. Me aclaró la cabeza, me ayudó a desestresarme y a poner en perspectiva los pequeños problemas de la vida.

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